Sentado frente al mar (Rose)

El sol aún brillaba con fuerza a pesar de que el atardecer estaba próximo, por lo que mi piel resplandecía en miles de pequeños diamantes.
Estaba sentado en la arena de la playa, frente al mar, mientras que sentía como la leve brisa golpeaba suavemente mi rostro. Todo sería perfecto si no fuera porque había discutido con Rose unas horas cuantas horas atrás... otra vez...

No sabía que diablos nos estaba pasando a los últimamente, pero no hacíamos otra cosa más que pelear por cualquier estúpidez.
Emití un pequeño suspiro y me quedé allí sentado. Sin hacer nada. Otra vez.

Estaba enfadada. Enfadada no, furiosa. Pero esa no era la razón de que me encontrara en la zona norte de la Isla Esme destrozando rocas. La verdad, es que no quería ver a Emmett, aunque mi orgullo me había impedido admitirlo incluso ante mi misma, pero la verdad es que estaba preocupada. Cada vez hablábamos menos como gente civilizada. Bueno, en realidad cada vez que nos dirigíamos la palabra era para discutir. Hoy por ejemplo, habíamos discutido por el color de las sabanas de la cama. Y bueno, no habíamos llegado a pegarnos ni nada por el estilo, pero si nos hemos estado insultando un buen rato. Y aquello no me gustaba, porque yo quería a Emmett. Pero últimamente desde la mención de su nombre hasta el color de su ropa me sacaba de mis casillas.

Sacudí mi pelo rubio en un intento, en vano, de recuperar la compostura. Decidí volver con Emmett y dejarle que se disculpara. Ni se me pasó por la cabeza el echo de que no quisiera verme en este momento, ni de que igual era mi deber disculparme yo. Estaba por encima de eso, solía decirme. Antes de partir de nuevo hasta la zona sur, le di un puntapié a una roca, que se quebró en dos con tanta facilidad como si hubiera pateado un trozo de mantequilla. Sonreí.

Así que dicho y echo, me encaminé, no demasiado rápido, al lugar donde estaba él. Lo descubrí sentado en la arena, con la mirada fija en el horizonte, mirando algo que yo no podía ver. Fruncí los labios con desagrado al recordar la pelea, y decidí que por nada del mundo iba a tragarme mi orgullo.

- Emmett - Saludé, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

Pude escuchar perfectamente las pisadas de Rosalie acercándose hasta a mi. Y no solo eran sus pisadas, era su aroma... su simple presencia... que era capaz de alterar el ambiente, con una especie de fuerza gravitatoria que provocaba que todo a su alrededor se girara para admirarla.

Su voz se quedó resonando en mis oidos cuando me llamó, pero durante los primeros segundos, finjí que no la había escuchado, ya que no moví ni un solo músculo de mi cuerpo, aunque por dentro me estaba muriendo por hacerlo.

Suspiré profundamente, soltando una gran cantidad de aire por la boca. Finalmente, giré la cabeza para mirar a Rosalie, que permanecía de pie a mi lado con los brazos cruzados, y con su piel brillando tanto o más que la mía.
Me pasé la mano por el pelo con cierto nerviosismo, desordenándome levemente el cabello.

—Si vienes a seguir discutiendo no estoy de humor ahora mismo...—murmuré con un tono neutral en mi voz.

Luego le hice un pequeño gesto con la mano, indicándole que podía sentarse en la arena a mi lado si así lo deseaba.